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Venció España, que estará en su novena final europea. Ganó dos, en 2009 y
2011. Esta vez su rival en la final del domingo (19.00, Cuatro) será el
vencedor de la semifinal entre Serbia y Lituania y, pase lo que pase,
Pau Gasol y los suyos habrán conseguido su objetivo primordial, estar en
los Juegos Olímpicos de Río el año próximo y recuperar su supremacía
ante Francia.
El triunfo resultó de tal exigencia, tan agónico, que precisó de una
prórroga. Pau Gasol puso el broche con una última canasta, su punto
número 40, su récord personal con la selección, además de 11 rebotes y
tres tapones. Y España se sobrepuso a todo, a los tirones del equipo
francés, a dos fallos que propiciaron el triple de Batum que forzó la
prórroga y también concluyó con la suerte que en tantas fases del
partido le faltó. Una inocente falta de Claver estuvo a punto de darle a
Batum una nueva oportunidad para forzar la segunda prórroga. Pero
Batum, a 18 segundos para el final, falló los tres tiros libres y Pau
puso el broche.
Pau Gasol será para siempre el campeón del mundo, el campeón de Europa,
el campeón de la NBA, pero en esa misma vitrina quedará para siempre la
soberbia actuación con la que asaltó el santuario francés. Una victoria
colosal que le da España el pase a la final del Eurobasket, el billete
para los Juegos Olímpicos y un triunfo que repuso su jerarquía ante el
rival que la había malherido en el anterior Europeo y en el último
Mundial.
El partido fue explosivo, trepidante desde el primer minuto. De Colo
espoleó al equipo francés (6-11). Pero la defensa española empezó a
confundir a Francia. Las pretendidas oleadas ofensivas se diluían cuando
Parker o De Colo se daban dos o tres garbeos cerquita de la botella y
no encontraban manos amigas donde depositar el balón. Francia vivió del
rebote ofensivo y de los sucesivos desmarques de Gelabale, De Colo y
Parker después.
España le devolvió la moneda a Francia, tras aquella derrota tan
dolorosa y traumática para el equipo español, en Madrid ante casi 15.000
espectadores. Esta vez, con un equipo disminuido por las bajas, en un
pabellón monumental y con 27.000 espectadores en contra, España se
sobrepuso a todas las dificultades y a la mejor generación de jugadores
de la historia de Francia.